Como quien pasa una plaza por pasar nomás, así atravesé la de mi pueblo, hasta que de pronto me puse a obsevar con detenimiento... veía a un chiquitín rubiesito intentando desafiar las leyes gravitatorias de todo lo que se le cruzaba, el tobogán representaba el más alto desafío y el toro encadenado parecía domable, hasta que los amigos comenzaban a agitar las cadenas y sin duda el suelo esperaba at
ento para recibirlo. 
Las hamacas le daban alas suficientes como para creerse un pájaro y el sube y baja cambiaba de función cuando intentaba atravasarlo caminándolo de punta a punta y así forjar su valentía.
Éste cuadrilátero rodeado de asfalto que encierra muchos de mis recuerdos ha cambiado de dimensión, casi asombrado miro la palmera que en mi infancia llegaba hasta el cielo y el asiento del tobogán! recuerdo que me imponía un respeto incalculable, subir la escalera con mi madre en la retaguardia, por si acaso, no era dificil, pero el paso posterior, sentarse! eso si que era dificil!
El toro de lata requería de una técnica sutil, era inabordable! parecía poco dispuesto ser montado, hasta que después de varios intentos su resistencia cedía, quizás se apiadaba del niño, no lo se. Pero lo que ahora sé, es que no hay nada más lindo que esa etapa, donde uno es dueño del tiempo, donde el sentimiento de libertad es absoluto, la imaginación infinita y no hay nada que te pueda hacer daño... al menos, hasta que el toro se enojaba.
Las hamacas le daban alas suficientes como para creerse un pájaro y el sube y baja cambiaba de función cuando intentaba atravasarlo caminándolo de punta a punta y así forjar su valentía.
Éste cuadrilátero rodeado de asfalto que encierra muchos de mis recuerdos ha cambiado de dimensión, casi asombrado miro la palmera que en mi infancia llegaba hasta el cielo y el asiento del tobogán! recuerdo que me imponía un respeto incalculable, subir la escalera con mi madre en la retaguardia, por si acaso, no era dificil, pero el paso posterior, sentarse! eso si que era dificil!
El toro de lata requería de una técnica sutil, era inabordable! parecía poco dispuesto ser montado, hasta que después de varios intentos su resistencia cedía, quizás se apiadaba del niño, no lo se. Pero lo que ahora sé, es que no hay nada más lindo que esa etapa, donde uno es dueño del tiempo, donde el sentimiento de libertad es absoluto, la imaginación infinita y no hay nada que te pueda hacer daño... al menos, hasta que el toro se enojaba.